Empatía y terapia familiar: cómo llegar al entendimiento
¿Existe la familia perfecta? En nuestro imaginario nos han inculcado la imagen de un núcleo familiar donde la comunicación es fluida, donde todos se juntan a desayunar, comer y cenar en torno a una gran mesa, donde todos los problemas que afectan a algún miembro se plantean y se ponen en común etc.
Esta imagen no es más que la idealización de algo que no corresponde con nuestras realidades del día a día, donde cada familia es un mundo, pero no podemos evitar comparar nuestra realidad con la del imaginario popular y entrar en conflicto al ver que distan mucho ambas. ¿Vamos entonces por el mal camino?, ¿Debemos asemejarnos a la familia perfecta? La respuesta es un rotundo no, pero sí que podemos trabajar por un núcleo donde cada miembro se sienta cómodo en su posición, donde cada uno tenga su propio espacio y sus espacios comunes sin que nadie se sienta ni invadido, ni olvidado. Para ello nada mejor que la mediación y Terapia en la familia y en la pareja.
Una bella realidad distinta
En ocasiones, las frustraciones tanto personales como familiares vienen de la idealización y comparación que comentábamos sobre cómo deberíamos ser y cómo realmente somos. La realidad es que tanto nuestro ser como el de la familia lo debemos construir acorde a nuestros propios valores y los de cada miembro, y trabajar sólo en aquellos puntos donde el desarrollo de éstos, pueda entrar en conflicto con los de otro familiar.
Nunca jamás debemos replicar a algún miembro sobre cómo debe actuar de forma tajante o que cambie su forma de actuar. La familia es un núcleo vivo, y por tanto forma parte de su encanto que cada miembro aporte diferentes peculiaridades y que no sean un calco los unos de los otros, ya que en este caso no hablaríamos de perfección, sino de sumisión.
En los casos en los que entremos en conflicto porque choquemos con la forma de ser de hermanos, padres e hijos o incluso entre padre y madre, es en los casos donde esos cambios en la forma de actuar o en la forma de ser se deben poner sobre la mesa para intentar llegar a un entendimiento, pero nunca a una imposición. No se debe intentar nunca hacer cambiar a una persona porque sí, sino empatizar con sus razones de ser y buscar la forma de que esas “imperfecciones” se conviertan en “peculiaridades de la convivencia”.
Cómo nos ayuda la mediación para el entendimiento
¿En cuántas ocasiones en nuestras relaciones de pareja o familia, sentimos que estamos en un callejón sin salida o que nos estamos dando de bruces con una roca? Es en estos casos donde mejor actúa la mediación.
La mediación no es un juicio en el que se declara a una persona culpable y a la otra inocente, la mediación es un instrumento catalizador donde mediante la comunicación, se busca la manera de que ambas personas convivan adecuadamente.
En la mediación no hay cabida para las réplicas, hay cabida para el entendimiento, para potenciar los puntos comunes entre ambas personas y para buscar que tanto un extremo como el otro, entiendan qué les ha llevado a esta situación y por qué existe preocupación ante ello.
Un barco en el que todos reman
¿Se trata la mediación de que algún miembro de la familia ceda ante el otro? No, se trata de llegar a un entendimiento permanente, de disponer de las herramientas necesarias para que ante cualquier síntoma de conflicto, sepamos a qué a acudir y cómo llegar a la solución rápidamente.
Debemos insistir en que la familia es un grupo vivo, y por tanto es lógico que sucedan pequeños conflictos como depresiones, ansiedad, trastornos de la alimentación, fobias, duelos, dificultad en la educación de los hijos, cambios de residencia, insomnio, problemas sexuales. Un largo etc. donde existen razones lógicas y también igual de lógicas soluciones. Un grupo vivo donde no hay perdedores, sino donde si uno gana, ganan todos.